PORTBOU, UN PUEBLO ESPECIAL
La tramontana marca Portbou. El espectáculo de un mar embravecido visto desde el embarcadero, la fuerza de los golpes de viento sobre el cuerpo o los silbidos que genera, como una bestia viva, en las esquinas, es una sensación que uno debería conocer, al menos una vez en la vida.
Un poco por la tramontana, sí, pero sobretodo por la situación del pueblo, a tocar la frontera entre dos estados, lo cierto es que la gente de Portbou es especial. Es que el pueblo es especial: ni agrícola, ni pescador, ni turístico, salido del progreso y creado al amparo de la estación del tren. El mar es un atractivo indudable: la bahía tiene unas proporciones harmónicas y da absoluta identidad al pueblo; la playa es recogida y el agua siempre está espectacularmente limpia. Lo que atrae Portbou es el aire de la vida buena, calmada, el paso pausado de las horas que se respira. Los símbolos de este lento ritmo son la rambla y el paseo.
Descubrir el monumento de Dani Karavan a Walter Benjamin y el cementerio al mismo tiempo, es francamente estimulante y su visita inexcusable.
La frontera conlleva implícita el mundo novelesco y misterioso del contrabando. Afortunadamente, ahora ya no hay frontera, ni tampoco misterio.
MARIA MERCÈ ROCA I PERICH
Traducción del catalán: GIROMUS |